Nuestro METRO - N° 206
Son 15 años de felicidad, de relacionamiento positivo con 240 mil habitantes de la zona nororiental de Medellín y de orgullo por ser pioneros en tener un sistema de cable masivo para el servicio de una ciudad. Esto encierra el Metrocable Santo Domingo (Línea K), un transporte aéreo que comenzó operación instructiva el 30 de julio de 2004 y que el 7 de agosto de este mismo año, operó de forma comercial con el vuelo de 90 telecabinas.
La historia se remonta a 1999, cuando la Empresa de Transporte Masivo del Valle de Aburrá comenzó a estudiar alternativas de expansión con sistemas de mediana capacidad para ampliar su cobertura y conectar a más personas en la región metropolitana. Fue así como se iniciaron estudios para analizar la viabilidad técnica de nuevos corredores en diferentes lugares de la ciudad, entre los que se incluyó un cable aéreo por la Calle 107 en la zona nororiental de Medellín. Estas ideas fueron presentadas a la administración municipal de ese entonces, que decidió incluir este corredor en su Plan de Desarrollo.
La idea, para muchos, era demasiado arriesgada. Se trataba de implantar un cable aéreo en el ámbito urbano, integrado a un metro, con estaciones intermedias, con un giro y una intensidad de uso muy grande. Ningún sistema de cable aéreo de la época cumplía con esos requerimientos, pues se trataba de instalaciones de carácter turístico, que operaban durante pocos meses al año y en un horario restringido, muy distinto a lo que se pretendía hacer en Medellín.
Sin embargo, el equipo encargado del proyecto no se desanimó y con la idea de tener un cable aéreo para el transporte de pasajeros en la ciudad, se visitaron operadores y fabricantes en varios lugares del mundo. El objetivo era que comenzaran a materializarse algunas propuestas para construir este nuevo medio de transporte en las comunas 1 y 2 de la zona nororiental de la ciudad, caracterizada por una alta pendiente en el terreno y por estar densamente habitada.
Soluciones creativas
Entonces comenzaron las dificultades técnicas. La primera fue la ubicación de la estación motriz, donde quedarían el motor y el reductor del cable. Por cuestiones de diseño la mejor opción era el barrio Santo Domingo, pero se eligió a la propia estación Acevedo por la confiabilidad del suministro eléctrico, para tomar la energía de la red del Metro.
También fue necesario solucionar el problema de los gálibos o (zonas libres de obstáculos para el paso de las cabinas) y las alturas. En el trazado había cruces con vías vehiculares, algo que no se tenía en los cables de invierno de Europa. El de Medellín debía ser más alto, conservando 4,5 metros de gálibo entre la vía y el nivel inferior de la cabina. La ubicación de las pilonas fue otro desafío, pues se trataba de ubicarlas buscando la menor afectación de predios en una zona que, como se indicó, estaba densamente poblada. En ese entonces no se contaba con las herramientas digitales que existen hoy, así que cada vez que se reubicaba una pilona en el diseño había que cambiar todo el trazado.
Finalmente se definió un trazado inicial que incluía las dos estaciones intermedias, los gálibos y la ubicación de las pilonas y con esto, comenzó el proceso de contratación, el cual se adjudicó a una unión temporal conformada por las empresas Poma de Francia y Conconcreto y Termotécnica de Colombia.
Una vez iniciada la construcción, las interfases entre el sistema electromecánico y la obra civil también representaron un reto. Fue un periodo de ajustes y de buscar soluciones a los desafíos que representaba la interfase entre el sistema electromecánico (las cabinas y los cables), la obra civil y la gestión social, que fue intensa y comenzó a desarrollarse incluso antes de que comenzara la construcción (ver recuadro).
Los equipos de Línea K eran de tecnología de punta. Sin embargo, como se trataba de un sistema que operaba 19 horas al día, todos los días de la semana, algunos materiales se desgastaron al poco tiempo de iniciado el servicio comercial y fue necesario cambiarlos por otros más resistentes. Este fue el caso de las ruedas de circulación y algunos elementos de caucho. Este ejercicio propició la homologación de elementos con empresas locales y la generación de conocimiento y experticia tanto para el Metro como para el proveedor, que ha podido mejorar sus sistemas para operar otras instalaciones en Medellín y en otras ciudades del mundo. Tanto es así que el futuro Metrocable Picacho contará entre otras innovaciones, con un direct drive, una tecnología más avanzada que transmite el movimiento directamente a la polea del cable sin necesidad de un reductor.
La formación del personal por parte del contratista fue básica, por eso se hizo necesario intensificarla y profundizarla. También se diseñaron rutinas de mantenimiento ajustadas a Línea K.
La inauguración
El primer momento de alegría se remonta al 30 de julio de 2004. Ese día se programó la inauguración del primer vuelo para realizar la fase instructiva del Metrocable. Una mezcla de alegría, nerviosismo una mezcla de alegría, nervios y expectativa dominaba el ambiente en la estación Acevedo. Era el día de la inauguración del Metrocable de la zona nororiental de Medellín, con el presidente Álvaro Uribe entre los invitados especiales. Él abordó la primera cabina y empezó el vuelo. Al llegar a la pilona 4, se paró el sistema y las cabinas quedaron suspendidas en el aire. Pronto se descubrió que se trataba de un hilo de cometa enredado en el cable. La anécdota se prestó para risas y nervios, la dificultad fue superada a los pocos minutos y las cabinas continuaron su recorrido en medio de la emoción y aplausos de los vecinos y del equipo Metro que vio recompensados varios años de esfuerzo.
El 7 de agosto de 2004, luego de la fase instructiva, las telecabinas comenzaron a operar de forma comercial para beneficio de los habitantes de la zona nororiental de Medellín y del resto de la ciudad-región.
Fue así como el Metro, que hasta el año 2004 había sido una empresa dedicada al transporte de pasajeros por vía férrea, asumió el desafío de poner en funcionamiento el primer cable aéreo para el transporte urbano de pasajeros en el mundo. 15 años después, se puede afirmar que se superaron con creces los múltiples retos tecnológicos y operativos que represento la línea K.
La línea K en cifras
Gestión social fue clave en el proyecto
El Metro hace presencia en el territorio mucho antes de que comiencen a operar los proyectos de movilidad. Para esto cuenta con un experimentado equipo de Gestión Social que se encarga de socializar los beneficios de estos nuevos proyectos entre la comunidad. La línea K no fue la excepción.
Se desarrollaron diferentes estrategias metodológicas enmarcadas en la lúdica, la recreación, la educación y la formación de usuarios. Siempre se escuchó a la comunidad y se respetó la condición humana de la misma. Para tal fin se homologó un lenguaje y se usó un “decálogo de seguridad” que ayudó a minimizar los riesgos y a consolidar la confianza.
“Era maravilloso ver a los niños asomarse por las ventanas y terrazas de las casas, mirando las cabinas que les habíamos mostrado previamente en los videos y cartillas, y que ahora sobrevolaban las calles con majestuosidad, como si fueran un facsímil del paisaje alpino, sin nieve, pero con mucho calor humano y un tren de buenas intenciones, valores éticos y morales congelados en el tiempo y ávidos de esquiar sobre sus laderas”. Tomado del libro: Tejido social de los metrocables, de Juan Álvaro González Vélez.
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