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Fénix de cristal

Escrito por Metro de la 80 | Jul 27, 2024 9:52:51 PM

 

Fénix de cristal

Se cuenta que fue hace mucho, que ya pasó mucho tiempo desde la última vez que se vieron los últimos rastros de vida en La Tierra. Se cuenta que, los últimos rastros de vida tenían color y sabor, que existió como una suerte de serendipia en una montaña desértica después de que el planeta mismo se encargara de eliminar su más letal plaga.

Se cuenta que fue hace mucho, que ya pasó mucho tiempo desde la última vez que se vieron los últimos rastros de vida en La Tierra. Se cuenta que, los últimos rastros de vida tenían color y sabor, que existió como una suerte de serendipia en una montaña desértica después de que el planeta mismo se encargara de eliminar su más letal plaga.

Se cuenta que fue hace mucho, que ya pasó mucho tiempo desde la última vez que se vieron los últimos rastros de vida en La Tierra. Se cuenta que, los últimos rastros de vida tenían color y sabor, que existió como una suerte de serendipia en una montaña desértica después de que el planeta mismo se encargara de eliminar su más letal plaga.

El planeta azul pensó que había eliminado hasta la última posibilidad de vida humana de su superficie, lo que implicaba sacrificar cualquier forma de vida en ese momento existente; sin embargo, la suerte no estaba de su lado puesto que en sus últimos alientos dejó que se escapara un pequeño yacimiento de agua que estaba a punto de morir. Éste, sin mucho afán, logró mantenerse en su lugar hasta que fuera el momento adecuado para salir de nuevo a la superficie, aunque la posibilidad de desaparecer al presentarse en su estado natural líquido y perecer de inmediato por las altas temperaturas de la superficie fuera inminente.

Si la prudencia hace verdaderos sabios, la sabiduría de la naturaleza sobrepasa niveles impensables para aquella especie humana que algún momento existió y ahora, que tenía tiempo para permanecer en serenidad y pensar su renacer, recordó aquel bello invento humano: la poesía. Pero, ¿cómo? ¿Cómo podría la naturaleza reconocerse desde la poesía si ya era la poesía misma? Una poesía ad portas de terminar, a punto de desfallecer en el último suspiro de entrañable fuerza elemental. Pero era posible, una poesía que comenzó en un estallido de materia y que en medio de su existencia advirtió las consecuencias de una primavera silenciosa donde se diera lugar al exterminio de su propia naturaleza: la extinción de las aves.

¡Las aves! Esa era la clave, pero ¿qué ave puede renacer de la más mínima y última cantidad de líquido vital bajo La Tierra? ¿qué ave tendría la posibilidad de catapultar su renacer, de postergar el fin de esta poesía? Así fue cómo, de características cristalinas, con el pequeño cantar del último suspiro que brota de la faz de la tierra, de las últimas cenizas de restos orgánicos y residuos plásticos lo suficientemente resistentes que no se degradaran en los próximos mil años, nace el pequeño Fénix de Cristal.

Pequeño, como ningún otro pájaro existente en la historia del planeta azúl. Pequeño, pero con toda la potencia de la última fuerza de la madre naturaleza para revivir aquello que se daba por perdido. Nace este pájaro cristalino en el seno de ésta montaña desértica para recorrer cada rincón de la estratósfera.

Al comenzar su vuelo se percató de lo poco que quedaba, de su soledad quizás con tintes de tristeza, pero con un futuro prometedor cargado de la labor más importante que había tenido un ave jamás. Su cuerpo se regeneraba constantemente y, al ser creado con elementos tan resistentes, se permitió volar por cada cima de cada montaña, posándose y
 
dejando caer pluma por pluma, cada una cristalina, repleta de esperanza y de gotas de rocío que se convertirían después en pequeños riachuelos.

El Fénix de Cristal lo había logrado, había reconocido que el dolor de su soledad y el sacrificio de su esfuerzo eran el motor de esta travesía para recordarle a su planeta madre el valor de resistir, de reencontrarse consigo misma y de no terminar un poema con una estrofa triste, porque ahora esta obra llamada naturaleza se permitía el renacer desde las cenizas del Fénix, desde sus cristales, cargados de esperanza y amor, amor