Nidos de esperanza
Medellín… Caótica y bella Medellín. Ciudad que, entre tu belleza, escondes las más bajas escalas de la sociedad, a los hijos no reconocidos en tu nombre, a los más frágiles y débiles, desamparados. Las calles desoladas cobijan a cientos, tal vez miles; los fríos nocturnos de tus avenidas impactan sobre aquellos a quienes la alta sociedad llama "vagabundos", "indigentes", "indeseados". Allí, junto a ese fuego, el grupo come las sobras que lograron recoger a lo largo del día. El cielo comienza a nublarse. Las pocas estrellas que lograban sobrevivir a la contaminación lumínica de la ciudad… ya no están.
Cae la primera gota sobre la mejilla de uno de los vagabundos, quien da la alerta al resto del grupo. Inmediatamente, en el callejón en el que se encuentran, levantan 4 maderos formando una estructura con forma de cubo y en la parte superior extienden unas lonas hechas con bolsas plásticas para crear un techo. Este es su refugio contra la tempestad.
El cielo parece enojado, ruge con un tono vibrante que no se suele ver en Medellín. Está anunciando la catástrofe. Mientras el cielo sigue cargándose, un pajarito, de un plumaje muy peculiar, completamente desconocido para los del grupo, se posa en un escombro que había frente al refugio de los vagabundos.
Este canta, a modo de silbido, y aparece otro, y otro, hasta ser un grupo de 5 pajaritos. Inquietos, salen volando en múltiples direcciones por el callejón, y a una velocidad descomunal, empiezan a traer todo tipo de ramas, musgos y elementos básicos que se ven en el día a día pero que nunca nadie repara en ellos.
Entre todos los pájaros comienzan a levantar una choza; es impresionante la habilidad que tienen para construir y trabajar en equipo. En cuestión de pocos minutos, ya había una estructura sólida y firme que podía albergar en su interior a unas cuantas personas, y se veía mucho más sólida que aquella de desechos que habían construido los vagabundos.
Estos deciden poner sus lonas de bolsas sobre el nuevo refugio para protegerlo del agua. El cielo ruge aún con más fuerza. Cuando todos se encuentran dentro, esperando la caída de lo que se albergaba en el cielo, nuevamente los pajaritos se posan frente al nuevo refugio y realizan un canto en coro, algo que no se parece en absoluto al canto de la primera vez. Y se marchan. Los vagabundos quedan completamente desconcertados; lo que ellos no saben es que ese canto significa: "nosotros no los dejaremos solos". Y comenzó a llover.