Peper el aventurero
En un lugar lejano, entre las flores y las verdes montañas se encontraba Medellín. Era una ciudad que emitía una magia y una luz que iluminaba las noches más oscuras. En esta ciudad vivía Peper, un pequeño pajarito lleno de brillo y colores.
Peper disfrutaba cantando sus melodías en la cima de los árboles y cuando visitaba el metro de la 80 su canto se mezclaba con este ambiente cálido y lleno de vida, creando una sinfonía visual y auditiva que envolvía a las personas en alegría. Este pajarito encantador a veces se quedaba hasta tarde despierto para poder cantarle a su amiga Zara, una Zarigüeya que vivía cerca del metro quien amaba las canciones de Peper.
Un día, ambos notaron que había cierta tristeza en la ciudad, asi que preocupados decidieron investigar juntos. A lo largo de su aventura, conocieron a varios seres maravillosos: un sabio murciélago que les ofreció concejos y una traviesa ardilla que les brindó compañía. Juntos descubrieron que esa tristeza provenía de los arboles ilang ilang de San Javier.
Estaban tristes porque se sentían viejos y aburridos.
Peper con su melodiosa voz y Zara, con su habilidad para crear ritmos tocando con palitos y hojas decidieron ofrecerle a los árboles una serenata llena de esperanza y alegría. Con cada nota y ritmo, los arboles comenzaron a recuperar su felicidad y con ella desapareció esa tristeza.
Desde aquel día, Peper se dedica a recorrer las calles de Medellín y junto con Zara se convertirían en los guardianes de la ciudad. Juntos cantan y tocan para asegurarse que la ciudad siempre brille con luz y esperanza, recordando siempre la importancia de la amistad y la alegría compartida.