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En el canto del arrullo de un sueño

En el canto del arrullo de un sueño

Cuentos-metro-de-la-80


En el canto del arrullo de un sueño


En una fría noche en vísperas de diciembre, se encontraban dos niños con mucha energía donde empezaron a formar cierto alboroto dentro de su tranquila casa, siendo sorprendidos por su abuela, o mejor dicho, como ellos la llaman «mita».
-Ey, ey pequeños -dice la abuela- ¿Por qué tan bullosos?

–Mita, estamos divirtiéndonos y jugando.

-Bueno, ¿qué les parece si les cuento un cuento para que vayan a dormir y descansar?
Ángel y Sebastián se miran a los ojos y afirman que están de acuerdo con la propuesta, para así vivir nuevas aventuras en sus sueños.

-Está bien, Mita, vamos a la aventura -contestan los niños y se acomodan en el sofá más grande de la sala.
–Bueno, les contaré una historia muy significativa -dice la abuela mientras va a su pieza, saca un cuaderno de su nochero y vuelve a la sala a sentarse en el mueble pequeño frente a sus nietos- Un significado de total corazón para el alma de ustedes dos -dice y abre el cuaderno:

En una mañana, no muy diferente a lo habitual, se encontraba una señora en medio de su soledad, buscando una manera de encontrar romper su tortuoso silencio, un silencio de incomodidad por la tristeza que siente por dentro, muy adentro de sí. La señora vive acompañada de diversos dolores corporales que la obligan a que sus actividades diarias sean de poco esfuerzo. Muchas veces buscaba en medio de su incómoda habitación una forma de encontrar unas simples palabras para
 
sentirse tranquila, donde pudiera sentir una empatía por ella, donde se sienta cómoda en medio de su acumulada insatisfacción de la dura estrechura de su ser. Ella a veces habla con algunos peluches y disfruta de escuchar la música de la radio, de ver la televisión, y de las telenovelas que salen una que otra vez por ahí.

Una vez, perdida en sus pensamientos y su desenfoque de la realidad, escucha en medio de ese limbo unos pequeños toquecitos, unos toquecitos en un vidrio. Ella poco a poco vuelve en sí, dándose cuenta del sonido tan inusual que está escuchando. Sale de su habitación y se va acercando poco a poco a ese sonido tan peculiar, al acercarse a la ventana ve una pequeña luz azul brillante, algo que se reflejaba en medio de la ventana, unos toques de un pequeño ser fantástico, un ave completamente increíble; con un plumaje azul cielo, además de un azul rey en su cola, una cola completamente larga, medía 40 cm aproximadamente, también tenía en su pecho y cola baja unos toques rojos rubí con unas formas muy bonitas, formas muy únicas. Temerosa de acercarse, pero con mucha cautela e igualmente con una gran alegría y pasión por el momento que está viviendo. El ave comienza a cantar y la señora, maravillada, le empieza a silbar al pajarito repitiendo el canto del ave y siendo correspondida al instante. El canto de ambas se pausa un poco, pero luego continúa. La señora se siente eufórica y tranquila por la paz que generaba el momento que nunca había esperado.

Después de pasar un rato compartiendo con el ave y su sentimiento, el silencio vuelve al ave haciendo que la señora se desanime un poco. Finalmente el ave emprende vuelo dejando caer una pluma mitad color azul rey y mitad color rojo rubí. La señora ve como se aleja y de nuevo la soledad vuelve a ella. Recoge la pluma y decide vaciar una caja de fósforos para guardar en ella la apreciada pluma.
A los días, más o menos a la misma hora, los toques del ave volvieron a ser escuchados por la señora. Ella sale hacia el ruido en la ventana y ve allí al ave, pero no comienza a cantar, solo se queda mirando a la señora. Para ella fue algo extraño, pero entonces ella comienza a silbar y el ave a imitar su silbido con su cantar, respondiéndole a la señora nuevamente con esa magia.
 
Pasaron varias semanas sin que el ave volviera, cuando lo hizo, trajo consigo a sus crías en su cola. Viéndola volar, sus crías se aferran a su cola y entre todos agitan sus alas mientras van aprendiendo a volar. Pasaron un rato intercambiando silbidos con la pajara y sus hijos, algo totalmente único y sensorial. Luego el ave volvió a volar con sus crías aferradas en la cola mientras la señora los miraba con una gran nostalgia y un amor que se sentía hasta en la distancia.

Una semana después, el ave vuelve cantando en la ventana y la señora a imitarla silbando. No pasó mucho hasta que el ave empezó a mostrar su plumaje abriendo la cola de manera espectacular, siendo algo sutil pero majestuoso… algo inefable, que ni ella podía creer lo que estaba viendo. Después de mostrar la pájara su arte, le da ciertos golpes a la ventana, con un patrón que se repite, resultando extraño para la señora, siendo los golpecitos como una forma de código. Ella fue por papel y lápiz y escribió como daba golpecitos hasta que anotó algo así: « .- -.. .. ---. ... ».

Finalmente, la pájara silbó y se fue. Lo que decepcionó a la señora y la dejó con una gran duda por la forma de haber dado los golpecitos a la ventana, pues la visita fue más corta de lo normal; pero se tomó el tiempo de sentir y pensar para reflexionar en que había cometido el error de solo idealizar que el ave se quedaría todo un día con ella y no disfrutó realmente los momentos tan únicos que tenía. A partir de ese día, comenzaría a centrarse en disfrutar cada rato de alegría que pasase en lugar de desear que las cosas le duren para siempre, pues finalmente el tiempo pasa, pero la sensación del momento permanece en nuestros recuerdos y nuestras almas.


Observando desde la ventana, hizo el esfuerzo de ver hasta dónde llegaba el ave cuando se iba y descubrió su nido en un árbol no muy lejos de la casa. Un nido redondo en forma de media luna protegido por las ramas del árbol.


Conforme pasaban los días, la señora sentía cada vez menos sus dolores corporales, pero sin explicación del súbito alivio. Cada vez podía hacer más actividades diarias sin tanto esfuerzo e incluso hacer cosas que antes no podía a causa de sus dolores.
 
Una tarde, la señora estaba en la ventana esperando la llegada del ave, pero pasó la hora habitual y no llegaba, estuvo esperando y esperando, pero seguía sin llegar. Volvió a entrar a la casa con la esperanza de que estando dentro, el ave llegara. Atenta a los toques en la ventana que nunca sonaron otra vez. La señora busca la cajita de fósforos donde guardó la pluma, solo la mira y la vuelve a guardar.


El ave no volvió; pero sus dolores tampoco. La señora pensó que debía nombrar al ave, ya que la veía como una luz que rompía con su soledad y sentía en ella una cierta aura de protección. Luz Arealiz, sería el nombre que le pondría.


La abuela mira con ternura a sus nietos Ángel y Sebastián dormidos en el sofá.
-Y así termina el cuento -dice ella para sí misma.

Luego mira el cuaderno con hojas en blanco, en él solo hay una pequeña pluma de mitad color azul rey y mitad color rojo rubí. Cierra el cuaderno y lo guarda en su nochero.

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Esta historia fue creada con base en mi mamita y para ella, Luz Arias, porque ella ha sido mi protección, mi guía y, de alguna forma, mi mentora. Ella es para mí la representación de Arealiz, pues a pesar del dolor en su corazón, ella desea volar y brindar lo mejor de sí, como un ave disfrutando del cielo y el viento. Busco brindarles desde el fondo de mis recuerdos una historia para recordar, para sentir y adentrarse en sus gustos en esta bella historia. Ella es una total inspiración para sanar, teniéndola presente en todo mi ser, pues cada persona que pasa por nuestras vidas, deja una huella imborrable en cada parte de nosotros.

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