CAFneja, la melómana viajera
La música era tan importante en la vida de CAFneja, que creía que escuchándola a todo volumen alegraba las de los demás, pero no era así. Su inconsciencia le generaba más enemistades que amistades, pero no le importaba. Seguía en su mundo.
Cuando iba en la ruta integrada, la música sonaba a su compañero (a) de silla; cuando abordaba el tren en Exposiciones, se sentía en todo el coche; y cuando llegaba a su destino, no dejaba de sonar. Siempre sin audífonos. Y todos la miraban con gesto de desaprobación.
Hasta que un día, mientras regresaba a casa escuchando su música a todo volumen, notó que quien viajaba a su lado en el tren lloraba. Así que decidió bajar el volumen y preguntarle: - ¿Te pasa algo? Y esa persona, más con resignación que con molestia, le contestó: -No es nada. Sólo estoy cansada después de 12 horas de trabajo y de ñapa tengo migraña. Y bueno, tu música no ayuda mucho.
Ese día, visiblemente apenada, CAFneja entendió que sus derechos tienen un límite que va hasta donde inician los de los demás, y que su gusto por la música era algo personal que debía procurar disfrutar en la intimidad de sus audífonos.
Desde ese día a CAFneja se le olvida cualquier cosa menos sus audífonos. Se volvieron fundamentales en su día a día y, cada que va en el Metro y nota que alguien oye música molestando a los demás, lo aborda de forma respetuosa, le cuenta su experiencia y lo invita a ponerse en los zapatos del otro, como ella lo hizo.
